’Catón’

Polvo eres, y en diamante te convertirás

Polvo eres, y en diamante te convertirás
Periodismo
Diciembre 19, 2018 21:33 hrs.
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Armando Fuentes Aguirre › guerrerohabla.com

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La noticia ha causado sensación. Una empresa suiza de extraño nombre, Algordanza, inventó un procedimiento por el cual las cenizas de una persona pueden comprimirse y tratarse químicamente hasta convertirlas en diamante.

Ciertamente debo reconocer que la inhumación de los difuntos va cayendo en desuso poco a poco. Ya mucha gente opina que los entierros son rituales costosos, tardados y que imponen muchas penalidades y fatigas a los deudos y amigos del finado. Además el espacio en los cementerios es cada día más caro: cuesta casi lo mismo una gaveta en cualquier panteón que la suite presidencial en el Hotel Waldorf-Astoria, de Nueva York. Quizá por eso una madura señorita soltera declaró:

-Lo que es yo, cuando muera no quiero que me entierren. Más bien me gustaría que me inseminaran.

Quiso decir ’me incineraran’, pero ya se sabe lo que es el subconsciente.

Las más de las familias prefieren hoy la cremación del ser querido. A esa cremación se añade ahora la inquietante posibilidad de convertir las cenizas del ausente en una joya muy presente.

Algordanza, la fábrica de diamantes que llevan como materia prima las cenizas humanas, ya tiene sucursal en México. La opera un señor de nombre Rafael López Pérez, quien manifiesta que la empresa por él representada puede ’convertir un cadáver en una hermosa gema’ en no más de 10 semanas. ’Un diamante y un ser humano -dice- no son tan diferentes como a primera vista podría suponerse. Ambos están hechos fundamentalmente del mismo elemento: carbono. Lo que hacemos nosotros es obtener carbono puro de las cenizas de una persona, y luego convertirlo en una piedra preciosa de una bella coloración azul, y hasta de 4 quilates’.

¡El costo? De 5 mil a 20 mil dólares, dependiendo del tamaño de la persona, y por lo tanto de la joya.

Según el señor López, conservar las cenizas del ser querido tiene sus inconvenientes. Que lo diga si no Robert de Niro. En una de sus películas tenía sobre la chimenea de su casa una urna con las cenizas de su santa madrecita. El novio de su hija, muchacho aturrullado y torpe, hizo caer la urna. Las cenizas quedan desparramadas en la alfombra. Vino el gato de la casa y se meó sobre ellas. ¡Qué falta de consideración para la difunta dama!

En cambio si la santa madrecita es convertida en piedra preciosa, hasta su nuera querrá traerla encima. Esa opción, declara el señor López, ’es sana y positiva, pues permite (a los familiares) la contemplación del ser querido desde una perspectiva de belleza. Es un acto de amor, y una manera de quitarle a la muerte sus aspectos oscuros’. Más poético no puede ser un anuncio comercial. Ni más exitoso: el año pasado Algordanza realizó en México, calladamente, más de cien conversiones de muertitos en diamantes. El 70 por ciento de quienes solicitaron el servicio fueron viudas que pidieron que sus difuntos esposos fueran convertidos en joya. Se ignora si eso se debió a que las señoras amaban mucho a sus maridos o a que aman mucho las joyas.

Así las cosas no será difícil que alguien vea un rutilante anillo en el dedo de alguna elegante dama, y la felicite con admiración:

-¡Qué hermoso diamante traes!

Y dirá la señora, por primera vez con orgullo:

-Es mi marido.

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